Latidos

Latidos
Gervasio Sánchez

miércoles, 1 de mayo de 2013

día internacional del uno y de la una

Hoy que el mundo se está derrumbando porque nosotros mismos contribuimos a esa autodestrucción masiva, quiero reivindicar con mis dos manos la fuerza vital de un solo gramo de luz contenida en un rayo solar, el éxtasis de la existencia manifestado en actos tan revolucionarios como una sonrisa desinteresada, un gesto amable o una canción de amor.

Quizás por eso sigo escribiendo. Porque, de las cosas que sé hacer medio bien o medio mal con esta soledad, la escritura es la única que me proporciona momentos de belleza inigualables. Y en este mismo destierro que predican a diario mis rápidas pulsaciones, la del verbo es sin duda la creación más mágica que conozco porque, sin saber cómo, consigue conectar mi más absoluta nada con todo lo demás, en un acto paradójico de comunión fantástica a la vez que real.

Escribo porque me necesito. Porque no puedo vivir sin mí. Y porque desde los hilos misteriosos que agitan mi abismo sin ninguna compasión, siento el deseo desesperado de gustarme.

Puede que el mandato que me empuja a garabatear provenga de otra fuerza que no me pertenezca.

Puede  que yo sólo sea el instrumento de algo o de alguien que se entretiene, como yo con las teclas de este ordenador. Pero aun si eso fuera cierto, me reconozco en la perfección del conjunto resultante, a pesar de que la forma o el fondo de cada frase, de cada párrafo o de cada historia, puedan convertirse en contenedores inorgánicos de necedades sublimes o finalmente, en sentencias carentes de cualquier virtualidad.

Escribir me proporciona nuevos y viejos estímulos. Y también recodos de descanso, de observación y de autoobservación. Me hace vivir sin la pesada responsabilidad de ser la protagonista constante, la consciencia omnipresente, la cara oculta de mi cuerpo físico. Me excluye momentáneamente de ese nivel de humanidad o de deshumanidad que me caracteriza por decreto ley. Quizás a eso es a lo que la gente llama evasión. ¡Me canso de ser yo continuamente!

Y en eso que... hoy mismo, un día en el que millones de millones de almas simplemente "son"…
… yo quiero "ser" con ellas, parte de su mismo agotamiento, de su misma esperanza, de su misma lucha, de su misma transformación...
Ésta es tan sólo una intencíon diminuta, insignificante (o no) de seguir hincando mis raras pezuñas en las raíces de lo que quiera que seamos, con el deseo de que este sistema de signos repetidos me ayude a convertirme, cómo os lo diría...

...en una sonrisa desinteresada, en un gramo de luz, en una canción de amor, en un gesto amable... en la palabra justa.

sábado, 6 de abril de 2013

la bella y la bestia

Miembros del jurado:

"Tengo un poema entre dientes. Sin duda, unos incisivos retorcidos y muy personales".
No sé nada del asesinato del que me acusan. En todas las hipótesis que se han barajado durante este juicio, sólo he escuchado salir de las bocas de la acusación una pobre verdad: "Ella ha muerto sin haber desayunado." Pero su animal pervive. Es más; yo diría que sigue en esta sala.

Quienquiera que fuera el verdadero autor o autora de este crimen desorganizado, no logró deshacerse de la criatura. Tenemos pruebas fehacientes que así lo indican, y testigos adminicomulativos que nos lo han confirmado en el transcurso del proceso: Está la chica del supermercado, el conductor del autobús, el periodista que entrevista a los viejos y yo misma, la acusada, aunque soy consciente de que mi testimonio les es del todo irrelevante en este asunto. Pero hay algo que ninguno de los presentes podrá negar. Todos nosotros hemos escuchado llorar a la bestia tras el fallecimiento de la víctima. Incluso hay fotografías, datadas con posterioridad a su defunción, en las que se puede adivinar la silueta de su sombra.

¿Qué más tenemos...?

Sabemos que las sábanas de la cama donde yacía el cadáver estaban arrugadas y el cuerpo del delito aún caliente cuando llegó la policía. Además, no se encontró ninguna señal de violencia en la chica, pues ha quedado demostrado que las marcas en su barbilla y las rojeces en la parte interior de sus muslos, en ningún caso pueden atribuirse a la práctica de relaciones sexuales no consentidas ya que, como muy bien aclararon la psiquiatra, el neurólogo y el consagrado Dr. Deseo, la sonrisa en su rostro, la relajación insólita de sus músculos, junto con otras pesquisas como la colilla o la temática de los últimos poemas escritos de su puño y letra, refuerzan dicha aseveración, mucho más concluyente, si cabe, tras el último informe del forense.
Las causas de la muerte siguen, por tanto, siendo un misterio para todos nosotros. Aunque si me lo permiten, les expondré mi propia teoría:

Verán. Tengo la absoluta convicción de que fue ella misma quien resolvió quitarse la vida mientras dormía. Soñó su propia aniquilación. La preparó minuciosamente y la llevo a cabo sin dejar el menor indicio, sin levantar una ligera sospecha.
Mucho me temo, su señoría, que la chica sabía demasiadas cosas. Por ejemplo: Por las características del DNI de la bestia, era poseedora de una certeza inquietante; si no tomaba justo a tiempo la determiniación de desaparecer, el animal que ella misma había alimentado, cuidado y visto crecer, por su propia naturaleza monstruosa, habría acabado por devorarla a ella. 

Para evitar una atrocidad tal y salvarla de su propio destino, ¿cómo debía proceder? ¿qué debia hacer? ¿actuar primero…?

¡No, señoras y señores, miembros del jurado!¡Ella jamás hubiera podido hacer tal cosa!

¿Y saben por qué...?

                              (silencio)


La respuesta es, bajo mi humilde opinión, simple a la vez que humana y por tanto, en gran parte irracional:

Esa chica amaba a su bestia muchísimo más que a su propia belleza.

                             (silencio)



Y con esto concluyo, señoría.

Espero, tras este alegato final, haberles convencido de mi inocencia o, como mínimo, haber conseguido acercarles un poco más a la verdad de los hechos: La bella salvó a la bestia y al mismo tiempo, en su último acto de amor, le cedió parte de su destino condenándola a vivir en libertad. Ese bicho, huérfano de su otra parte y desprovisto de toda caricia, sigue aquí. No lo olviden nunca.

Muchas gracias.

viernes, 5 de abril de 2013

la aritmética del amor


“La teoría de los números primos es una de las más inquietantes y extrañas de las matemáticas. Esos números raros que sólo son divisibles por sí mismos y por la unidad. Números solitarios condenados a no relacionarse con nadie."

"Pero incluso entre ellos, hay un grupo muy especial al que los matemáticos llaman 'gemelos'. Son parejas de números primos entre los que sólo se interpone un número par. Tan próximos y sin embargo jamás llegan a tocarse."
Fuí al cine por un cúmulo de casualidades. Tengo la extraña creencia de que las películas, como los libros, te eligen en el momento oportuno, ni antes ni después.

No entiendo nada de numerología y sin embargo, alguien me dijo una vez que yo era un uno. Al tiempo descubrí que debía sumar la fecha de mi nacimiento hasta convertirla en un solo dígito para llegar a esa conclusión.  
Como soy de letras, tiendo a traducirlo todo. Por ejemplo, leí que  “el uno crea todos los demás números por multiplicación, pero multiplicado por sí mismo hasta el infinito, siempre retiene su unidad”. Pero ahora no me apetece enrollarme con eso.

Fuí a ver “La soledad de los números primos”.

miércoles, 3 de abril de 2013

y ahora, unos minutos para la publi...


Por el amor de dios, ¿dónde hay un cenicero? Tengo esa misma sensación continuamente. Busco algo que me ayude a no manchar lo que no es mío, mientras el tiempo pasa y el cigarro se consume.
...
Siempre he aborrecido la publicidad. Por muy creativa que sea, tiene un fondo mercantilista y cutre. Me parece abominable vender la imaginación de quienes pudieran ser realmente geniales si pusieran su potencial al servicio de un intento altruista para mejorar un sistema tan complejo como la vida. Pero no. El fin único de la Reina de Oros es vender. Sea un buen producto o una idea extraordinaria, si se vende, se vende. Y si se vende, es para que alguien la acabe comprando con dinero. Otra vez la trampa.

Últimamente, vaya donde vaya, veo en todas partes el mismo anuncio. Se trata de un servicio completo de almacenamiento. Te alquilan los metros cuadrados que necesitas y te proporcionan desde el plástico de burbujitas, hasta el camión de la mudanza. No sé... Es como si al haber entrado los desahucios en el terreno de juego, los desposeídos de su hogar no tuvieran con qué pagar la hipoteca, pero sí con qué alquilar un lugar de diseño para dejar sus pertenencias por algún tiempo, mientras cambia la ley o mejor aún, mientras se va todo a la mierda.
Me pongo de los nervios cada vez que el dichoso eslogan aparece ante mis ojos, con ese predominio del azul, el color del cielo (para que no nos queden dudas de que la capacidad de acumulación de residuos es grande, muy grande, tan grande como el firmamento).

...

Iba perdida por la calle, dejándome guiar por el instinto para llegar a mi destino, cuando de pronto la he visto. Era ella, ¡la mismísima madre del cordero del anuncio! La he reconocido por los rótulos, al instante. Se trataba de la nave cuya misión es, por lo que prometen, dar cabida a todo eso que arrastramos, que no sabemos dónde meter, que no encuentra su lugar... He estado por entrar y pedir unas llaves para enterrarme yo misma dentro de uno de sus compartimentos y no volver a salir de allí jamás. Sería el último rincón donde la policía me buscaría en caso de que alguien denunciara mi desaparición.
Bueno, luego se me han ocurrido otras posibilidades menos melodramáticas y me he puesto a visualizar las primeras escenas de una película cuyo protagonista era Ricardo Darín. La cosa era más o menos así:

“Él rellenando un montón de impresos y firmándolos. Un empleado dándole las llaves. Él saliendo del local. Él entrando en su casa. Él sirviéndose un trago y sentándose en su escritorio. Él sacando del cajón unos folios en blanco y cogiendo la pluma. El escribiendo un enorme listado que empezaría de este modo:
- Todos los recuerdos tristes
- La falta de autoestima, de amor y de sexo (el otro día me enteré de que es la causa de muchos trastornos como la ansiedad, las depresiones o las adicciones).
- El miedo: a la vida, al dolor propio y ajeno, a la enfermedad, al fracaso, a los demás, a la muerte... Y así hasta el infinito.
- La rigidez.
- El cansancio
- Los pensamientos destructivos y autodestructivos
- La culpa, la ira, la tristeza, la soledad, el dolor, la angustia, el vacío, la nostalgia, el orgullo, la avaricia, la mentira, la desesperanza… Y así hasta el infinito.
- La guerra
- El 30% menos 21 gramos.
(....)

Él doblando los folios y metiéndolos en un sobre. Él saliendo de casa y volviendo a "El Baúl de la Piquer". Él buscando el número de la puerta que coincide con el del llavero que antes le ha entregado el empleado. Él abriendo la puerta de color azul. Él entrando con el sobre en la mano. Él encendiendo la luz de la cabina (es enorme). Él dejando el sobre en mitad del habitáculo (que está, se sobreentiende, absolutamente vacío). Él apagando la luz. Él saliendo del compartimento sin el sobre. Él cerrando con llave. Él abandonando la nave.
Y de las primeras escenas, pasamos a la última:

Se ven montones de periódicos con la misma noticia de portada: 'Una gran explosión destruye El Baúl de la Piquer'.

Él leyendo uno de los diarios en una cafetería: 'La principal nave que la conocida empresa de almacenaje tiene en las afueras de Barcelona ha sido totalmente arrasada por una explosión que se ha producido a plena luz del día. Por suerte, no ha habido que lamentar víctimas ni daños personales. Aunque se desconocen los motivos, la policía sigue investigando una acción que, según las primeras informaciones, podría haber sido provocada por más de una persona.'

Él cerrando el periódico. Él emitiendo un suspiro profundo. Él sonriendo. Fundido a negro. Créditos.”



Al final, he abierto el armario de la cocina y he sacado un trozo de papel de aluminio con el que he fabricado un mini recipiente bastante mono para almacenar, valga la redundancia, cenizas urgentes. La hendidura lateral le da un toque de credibilidad...

Si yo fuera Ricardo Darín, ya no me tendría que preocupar de hacer estas chorradas, porque el fuego habría acabado con todas mis adicciones, incluida la de enamorarme de personas inadecuadas con el único objetivo de utilizarlas como excusa para sufrir y fumar más de la cuenta, que es lo que da sentido al 30% menos 21 gramos de mi ser.
El 70 por ciento restante es agua. Lo mínimo imprescindible para sobrevivir dignamente sin cortes publicitarios que me obliguen a ser feliz por cojones y a golpe de talonario. Conmigo lo llevan claro.

martes, 2 de abril de 2013

pulsión

Si sé que estás ahí no voy a levantar mis dedos de tus letras. Me quedaré hecha un cuatro por cinco veces veinte por cuatro ochenta gritos y así hasta que reviente una mañana llena de lunas prometidas y sábanas sedientas de pecados pendientes.
Me olvidaré de andar, de comer, de pensar, de remendar los riesgos de jugar a engañarme. Nadie me entenderá ni sabrá por qué soy sólo porque tu estás, ni por qué no seré nada más que tu fe puesta en mí del revés.

Cuando renuncie a hablar y decline entender que hay más allá de ayer o un hoy por empezar, me bastará creer que tú sigues ahí y ese será el final de mi después.



lunes, 1 de abril de 2013

ding dong

"Quería tan sólo intentar vivir aquello que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué habría de serme tan difícil?"

El miedo, siempre el miedo.

Un día le abres la puerta y lo conduces hasta el fondo del pasillo. Allí, le indicas que siga hacia adelante y que se instale cómodamente en tu sofá. Aún le queda algo de generosidad, así que te hace un sitio a su lado, un hueco justo en el que tu cuerpo cabe a la perfección, pero en el que no existe un milímetro sobrante para pestañear. Como lo sabes, lo dejas ahí sentado y te vas a la cocina. Abres el grifo. El agua siempre es vida y necesitas beberte cuatro vasos de golpe para sentirte llena de algo que no seas tú misma. Luego vas a la habitación, abres el armario y todos sus cajones. Estás dispuesta a largarte. Aunque en realidad, cuando lo piensas, no necesitas nada más que lo puesto. Así que pasas por delante de su aplastante presencia y en un último acto de amor, te dejas caer en su regazo. Servirá de despedida, un rito detallista para no marcharte con la sensación de estar huyendo. Entonces él te abraza y te pide, casi suplicándote, que no lo dejes solo.

Pero tú ya te has ido.


 

domingo, 3 de marzo de 2013

secretos de alcoba

Jamás me he emborrachado. Creo que me pusieron algo en la bebida. Alguna substancia relajante, sin duda, porque el tiempo transcurrió sin que me diera cuenta. Sólo recuerdo que cuando miré el reloj eran ya las cuatro y media de la madrugada.

Entraba a trabajar a las seis. Tenía turno de fin de semana y no me daba tiempo de pasar por casa para recoger el uniforme. Suerte tuve de ser tan previsora. En la taquilla de los vestuarios guardaba uno de recambio para las emergencias, así que ni me lo pensé. Me tiré a la calle como si estuviera poseída por algún demonio y me adentré en la primera boca de metro que encontré.

Ni siquiera conocía el barrio donde me hallaba, pero tenía una ligera idea de por dónde había venido la tarde anterior para celebrar el cumpleaños de Jazmine y las indicaciones que ella misma me había dado para llegar a la fiesta.

Cogí el metro, después el autobús y finalmente el tren que me dejaba a cinco minutos de la residencia de ancianos. Al llegar fuí directa al lavabo, me miré al espejo y me lavé la cara con agua fría. Parecía un fantasma.

Alfredo se pasó toda la mañana mirándome desconcertado hasta que al final me preguntó qué me pasaba.

- Te conozco, estás rara y muy seria.
- ¿Seria? No, no me pasa nada. Sólo que tengo mucho sueño. Esta noche no he dormido.

Le conté por encima el incidente, antes de entrar a la habitación de Rosa. La mujer no se quería levantar.

- Vamos, tienes que vestirte y desayunar, o tu amigo José se preocupará si no te ve.
- No, no. Ni hablar. Hoy no tengo ganas de nada.

Y ya no sé explicar qué más pasó. Tal vez, que me senté a su lado, intentando convencerla de algo en lo que yo misma no creía...
 
Cuando me desperté, me dio la impresión de que lo hacía en mi casa. Pero no. Rosa miraba al techo con una media sonrisa y yo estaba acurracada junto a ella. Me había quedado dormida en su cama.






Llevaba tres años trabajando en el mismo centro y lo primero que pensé fue que me iban a poner de patitas en la calle. No fue así.

La viejecita me dejó bien claro que después de que Alfredo cerrara la puerta, nadie más había entrado a la habitación. Y eso que mi siesta fue de dos horas bien hermosas. Dijo que le había dado pena despertarme y que hacía demasiados años que no compartía su cama con nadie, que por eso me había dejado dormir plácidamente...

Cuando por fin me recompuse, me confesó entre risas que mis ronquidos le habían abierto el apetito y que quería que la ayudara a levantarse.

Desde entonces, Rosa y yo tenemos una complicidad muy especial. Además, ya no tengo que insistirle para que se levante por las mañanas. Lo hace sola, aunque siempre me espera para que la ayude a peinarse y a ponerse requeteguapa antes de su leche con Cola Cao.

jueves, 28 de febrero de 2013

retazos duplicados

En las grandes ciudades no es frecuente cruzarte dos veces con alguien en días consecutivos y diferentes lugares, por eso me llamó la atención la chica del jersey blanco crudo y bambas de charol. La vi intentando pasar la noche en un cajero de La Caixa, ahora Caixabank -el mismo perro con distinto collar, que diría uno que yo me sé-.
Estaba sentada en el suelo, recogida en un matojo de amor propio, rodeando sus rodillas con los brazos. Llevaba puesta una sola zapatilla y pensé que, tal vez, tendría llagas en el pie, de tanto caminar.


Era una noche muy fría. La Cruz Roja había activado un dispositivo especial para ayudar a las personas más desprotegidas. El aviso de alerta bombardeaba las televisiones informando de los riesgos y recomendando conductas preventivas. Siempre me ha impresionado cómo sube el índice de audiencia tras los espacios informativos, cuando los hombres y mujeres del tiempo predicen el futuro del cielo. El interés que estos adivinadores de la meteorología suscitan en los individuos del siglo XXI es un tema para reflexionar. Otro día me explayo.

El caso es que aconsejaban extremar precauciones con los calentadores eléctricos y daban pautas de cómo actuar con responsabilidad, por ejemplo, para ahorrar energía. 

Mientras tanto, ella no tenía ni una sola manta que echarse encima para cubrir su total desamparo.
Durante el trayecto hacia casa, contabilicé hasta cuatro cuerpos más; humanos anónimos y estáticos que también pasaban la noche en la calle. Unos se estiraban sobre cartones en los entrantes de algunas tiendas, al resguardo mínimo del aire gélido y del contacto directo con el suelo. Otros dormían encerrados a cal y canto -o eso parecía- en los cajeros automáticos que disponían de cerrojo interior. 

La gran avenida pasaba de ser un enjambre comercial y ruidoso lleno de coches y gentes durante el día, a una desértica postal gótica habitada por sombras que, como la mía, sólo estaban de paso durante la noche, en la cota más baja y oscura del invierno.
Al amanecer, como todos los lunes, me levanté para comprar el billete semanal de ida y vuelta al país de mis sueños. En la ventanilla no había apenas cola, así que dispuse de tiempo suficiente para salir de la estación y echar un último cigarro antes de pasar el control de acceso a las vías e iniciar el ya habitual periodo de abstinencia de nicotina.

Cuando entré nuevamente al recinto, me encontré frente a frente con unos grandes ojos azules, un pelo rubio y áspero cortado a lo chico y un amplio arco iris de lamparones bien acomodados en un jersey blanco crudo que identifiqué por instinto. Inmediatamente después, siguiendo la desconfianza que sólo la mente genera en nosotros cuando las ráfagas de la intuición se dignan a visitarnos, volví la vista a su calzado en busca de una confirmación oficialmente científica. Y claro que las encontré. Sus bambas de charol, de un blanco extrañamente reluciente caminaban tan deprisa como ella.
Me dieron ganas de pararme y de pararla, de explicarle que tan sólo unas horas antes había desechado la tentación de entrometerme en su mundo, de prestarle mi chaqueta de piel de borrego y tal vez de ocupar su lugar en el rincón más despiadado del capitalismo. 
Pero mi tren salía en diez minutos y decidí seguir mis propios pasos sin profundizar demasiado en las casualidades de la vida. 
A las semanas de que todo esto sucediera, me di cuenta de que las manchas de su ropa se montaron conmigo en un vagón preferente y se vinieron a esta otra parte del destino.
Aquí están calentitas. Y no se van.


sábado, 23 de febrero de 2013

mejor dicho si sé

Hay un tipo tocando el violín al fondo del otro vagón. Benedetti se deja llevar por las cuerdas lejanas de nunca jamás. Su mente se permite al fin callarse y el tímido latigazo de su músculo principal empieza a danzar levemente. No conoce la melodía. Ni por asomo. Ni falta que hace. Pero hay algo entre esas notas.., un no sé qué sosegado y precioso que consigue transportarlo con delicadeza al lugar donde habita todo lo que hay después.

Una cría con el pelo rizado y gorro marrón clarito que no alcanza a tapar su melena morena, se levanta del asiento de enfrente y tira del pantalón de su padre, que está de pie, al lado de la puerta, distraído con el dichoso móvil. El individuo la mira de reojo con algo de dulzura y le pregunta qué sucede.

- Hay un hombre que está tocando el violín allí y quiero ir a escucharlo.




 

anda, pon música

"Camino y camino. Pero no levanto el vuelo". Y aún así, no se da por vencida. Escucho esas palabras en la voz de Índia Martínez. Por dios, ¡qué guapa es esa mujer!

Y rápidamente vuelvo a mi Antonio Vega de siempre. A sus escapadas, a sus cuatro estaciones, al lugar de su recreo, a sus 3000 noches con Marga, a su lugar perdido, a sus trabajos forzados. E insisto (como él solía hacer) y digo que no, que no me iré mañana. Ese chico triste y solitario me ha acompañado y me lo ha sabido hacer como nadie. Su magia creativa y ferozmente adictiva aún me pone. Y me pone de pie. Como la de mi eguzkilore, que no se ausentará de este sueño compartido mientras yo siga sintiendo su presencia.

Pero ahora quiero bailar. Y por eso me largo a La Habana. Allí no necesito llevar sujetador, ni siquiera cuando llueve. Voy a hacer que mis caderas se desmayen, me voy a volver loca, como la Sonrisa de Julia, pero de puro "caribismo". Y si el miedo me mira desde la barra fija de su entrañable obsesión, le guiñaré un ojo a su ojo de cristal y lo invitaré a derrocharse conmigo a base de mojitos y curvas peligrosas en medio de la arena de la playa. Me llamarán Calle y me la sudará. Porque para entonces ya sabré que somos luz.








Me conformaré con las siete horas de Bebe para despedirme de la oscuridad. Eso también lo he hecho antes; sobrevivir metiéndole mano a la curiosidad y dándole al bombo infernal de Muchachito. Y si el olor ciego de María me tumba, siempre puedo agarrarme a la rumba de mi Gato, que me humedece las nalgas y me hace sudar de lo lindo antes de devolverme al calendario, al seguiremos de Macaco, al hoy y al santito de la Estefan, al nunca el tiempo es perdido de mi Manolo García. Dos palmitos más de altura y me llevo a ese hombre conmigo a la isla de la salsa y de la kaña, con ka.

viernes, 22 de febrero de 2013

inocencia

Me regaló un eguzkilore para que me protegiera. Y lo hizo. Durante un tiempo, me apartó de la autodestructiva costumbre de no ponerle el abrigo a mi corazón cada vez que lo sacaba de paseo. Entonces también vivía en un lugar frío de cojones.

Ha pasado mucho tiempo desde aquel cumpleaños. Él era buena gente y sólo pudo hacer por mí lo que hubiera hecho cualquiera en su situación. Se enamoró hasta decir basta.

Su flor del sol sigue en mi casa. Una casa con vigas de madera y amplias ventanas desde las que casi puedo tocar la nieve de los tejados que hay enfrente de mi vida. Es tentador.


 
Luego están las margaritas, esas que no me ha regalado nadie.

 

jueves, 21 de febrero de 2013

recortes del futuro. Vida en pareja

Mensaje enviado:
Hola Charly. Me acabo de acordar de que no hay pan en casa y de que, si vas a venir a comer, mejor será que lo compres tú. A mí, ya sabes, desde que les dije que me drogaba, en la panadría me tienen manía. Que no, que te juro que no es por quitarme yo el marrón. Puedo ir a la de la calle Tremendos, allí ni siquiera te miran a la cara, es un lujo vivir en una ciudad que te ofrece tantas posibilidades. El tema es que seguramente, saldré de trabajar más tarde que tú y para cuando yo llegue, tú ya estarás con el café. ¿Qué me dices?



Mensaje recibido:
Te digo que mi nombre no es Charly, que ese sólo lo utilizo para twittear. También te informo de que no voy a ir a comprar el pan porque soy un gato y yo no como pan. Y para acabar, te sugiero que, si no quieres que te eche de mi casa a zarpazo limpio, dejes de utilizar mi ordenador para cualquier otra cosa que no sea buscarte un curro. Te recuerdo que llevas 18 años en paro.
Y ahora, si me lo permites, voy a seguir trabajando. Alguien debe mantener a este país de colgados.

martes, 19 de febrero de 2013

decido


Con dolor o sin él, pero voy a entregarme como si no tuviera miedo a sufrir.

Porque lo demás no es vivir.

Y ya me he aburrido.







lunes, 18 de febrero de 2013

febrero

Febrero se hace largo como un día sin pan para mañana. Y yo debo seguir sonriendo, porque esa y sólo esa es mi obligación para conmigo.

Da igual que no sea perfecta. Y da igual de qué color me tiña el pelo. El canibalismo de los bancos nos arranca las vísceras de cuajo. Nuestros hijos aprenden cómo no sucumbir en la horrible cacería de la desesperanza. Los hoteles de lujo se relamen a la hora del desayuno y los asesinos duermen en sábanas planchadas por contratos basura y horas extra que no piden nada a cambio de su sangre agotada. El mundo no es de todos. Y tú tienes que hablar.



Cogerás una pluma, la mojarás en tinta negra pero sutil, te sentarás enfrente de la miseria humana y les dirás a esos hijos de puta que se vayan preparando para morir. Lo harás como un acto de buena voluntad, porque al fin y al cabo, ellos son como tú; unos auténticos desgraciados, huérfanos del amor que no han podido recibir o que no han sabido dar. Al menos, que sepan que el cuchillo que les ha de degollar la mezquindad, está afilado por manos artesanas y sabias. Que tengan, si acaso, ese tierno consuelo, adoradores como son de las perfectas ejecuciones transaccionales. Les escupirás heces a la cara. Sus mentiras canallas te darán el pretexto para narrar un asalto perfecto a sus consciencias. Y aún así, no te sentirás bien. Porque ellos no cambiarán. En el peor de los casos, te arrastrarán a sus nichos de gloria. En el mejor, te torurarán hasta que renuncies a todo aquello por lo que muchos otros dieron sus vidas en el pasado. Habrás escrito la historia de un final que no acabará bien, pero tal vez tu alma descansará en paz en otro lugar donde el capitalismo sea el nombre de un tubérculo extinguido. Tus amigos gritarán. Saldrán a la calle con el puño en alto y sacarán la ira enterrada de sus carencias. Se entregarán a la lucha sin reparos y moverán los hilos de la revolución que aún nos queda. Se besarán públicamente y bailarán desnudos en los altares del Vaticano, al ritmo del himno de Satán. Y sólo por ello, les lloverán ofertas de Mediaset España. Tus padres llorarán en silencio, echándose la culpa de todas tus desgracias. Pero no lo harán desde sus casas, como antes, sino en las esquinas desahuciadas del dolor irreparable. No cobrarán pensión ni tendrán ningún derecho a hacerse viejos. Sobrarán. Simplemente. Como en el Holocausto, por poner un ejemplo conocido. Todo eso pasará. De hecho, está pasando.

Y febrero se hace largo como un día sin pan para mañana.



silencio

Dijiste que no volverías a husmear en mis demonios. Esto demuestra que no puedes confiar en ti mismo y que nos mentiste a ambos. Seguramente, como lo hacemos todos en algún momento, pero de quien estoy hablando ahora es sólo de ti.

Con intentarlo, no basta. Con decirlo, no basta. Tienes que hacerlo de corazón. Porque cuando no es así, el martillo de tu juez te golpea la conciencia y te advierte  de que algo no anda bien. ¿Para qué has vuelto? - Te pregunta, ahora, su señoría, con su voz de madera tallada. ¿Sabes responder a eso...?


El silencio no engaña. Lo sé por experiencia. Yo no dejo demasiados espacios para que se produzca, quizás porque conozco las respuestas al dedillo.


Te lo he ofrecido a ti para que con él hagas lo que libremente decidas. Por ejemplo, todo lo que no te permites hacer conmigo. Por ejemplo, olvidarme. Por ejemplo, simplemente, dejar que el tiempo transcurra. Por ejemplo, cambiar.


Te diré qué hago yo con el tuyo.


Yo te escribo.

Escribo tu nombre, lo repito en voz alta varias veces con un poco de vergüenza, lo interiorizo y me subo con él al metro que me lleva al trabajo. Y no lo dejo tirado en cualquier estación. Me lo meto donde puedo y sigue conmigo el resto del día. Habla con la gente, se mira al espejo en repetidas ocasiones y se sienta a la mesa, como uno más. Le encanta comer mucho, igual que a mí...  Luego, cuando llega la noche, se transforma en actos impuros y en sueños de adolescente. Y si al fin me duermo, él lo hace a mi lado. Por las mañanas, se despierta antes que yo, enreda su deseo a mis legañas y me despereza lentamente, convertido en el abrazo de mi vida. Después de hacer el amor, me levanto y preparo una taza de café. Ya ves, ni siquiera sé si él toma.


Tengo miedo de que mis fantasías me dejen aún más sola y de que mi juez me escupa a la cara que todo es mentira, que tú sólo estás aquí de pasada y que en realidad ya te has ido con ella, la única verdad por la que sí estás dispuesto a luchar.


Por eso detesto este silencio que te he dado. Porque todo en él, absolutamente todo, me habla de ti.


Y ahora, recoge tu ego, que es a por lo que has venido, emborráchate con él en tu burbuja de cristal durante un rato y para terminar bien, tómate alguna pastilla que te ayude a superar la resaca de mis cortes. Ya sabes, se pasará.


Pero sobre todo, no le cuentes nada de esto a tu terapeuta. No vaya a ser que te diga todo lo que tú ya sabes. Entre otras muchas cosas, que yo no soy tu tipo y que en realidad no estás enamorado de mí.

viernes, 8 de febrero de 2013

Oración

Tus arrugas son tallas únicas en la dura piel de tu memoria. Y yo, que las recorro palmo a palmo en el silencio, me lleno de la vida que me enseñan en el mapa sagrado de lo amado.
 


sábado, 2 de febrero de 2013

okupación renacentista

Yo ya no soy yo, soy esa otra
que no sabe de mí apenas nada.
No entiende de las lunas hechas carne
ni de botas de piel desabrochada.


Quiere que la acaricie sin preguntas
que la acepte sin más, aquí en mi cama
y no acierta de mí ni tan siquiera
la talla de los sueños de mi almohada.


Es una diosa neutra y silenciosa
que ha venido a vestirme de mañana
sin abrir el ropero de la historia
que ha tejido los hilos de mis ganas.


Viene a ocupar su sitio de repente
a suplantar los huecos que me arrastran
a hacer de mí un témpano de hielo
congelando el amor que me amamanta.





No sabe ni quién soy ni quién he sido.




Y no le importa nada.

domingo, 27 de enero de 2013

enero

Me resulta curioso que todo empiece cuando más frío hace, cuando más se me hielan la punta de la nariz o los dedos de los pies. Y por muy abrigada que vaya, no hay nórdico capaz de calentarme las ganas de soñar. Creo que alguien me tendría que clavar una inyección en el corazón, como en esa escena de Pulp Fiction en la que John Travolta le da un susto de muerte a Uma Thurman, devolviéndola a este mundo después de que ella se haya metido de todo por la pituitaria. Dibuja un círculo rojo en su pecho, se arma de valor, cuenta hasta tres y le atraviesa el esternón como si fuera un psicópata. Pues algo así.

En la siguiente escena, ella le cuenta a él un chiste malísimo sobre tomates, una historia que antes de ponerse ciega de polvo blanco se les quedó pendiente a los dos. Es importante el detalle. Porque si la chica hubiera muerto, él se hubiera quedado para siempre con las ganas de saber si era gracioso o no. Así funciona. O haces las cosas cuando las tienes que hacer, o se quedan...


Pendientes se llaman porque penden, porque son unos colgados. Por mucho que brillen, siempre van a de-pender de un lóbulo que los sostenga y de un agujero donde introducirse para sujetarse, para sentirse seguros y para que el resto del mundo se
pueda fijar en ellos, como si realmente fuera suyo el mérito de complementar.

La cuesta de enero me recuerda a ellos, a los zarcillos, digo, quizá porque el otro día perdí uno que me encantaba


Todo empieza cuando tomamos consciencia de nuestro cuelgue, paradógicamente inclinados hacia arriba y con un montón de cuentas...

...muy pendientes de nosotros mismos.