Latidos

Latidos
Gervasio Sánchez

domingo, 27 de enero de 2013

enero

Me resulta curioso que todo empiece cuando más frío hace, cuando más se me hielan la punta de la nariz o los dedos de los pies. Y por muy abrigada que vaya, no hay nórdico capaz de calentarme las ganas de soñar. Creo que alguien me tendría que clavar una inyección en el corazón, como en esa escena de Pulp Fiction en la que John Travolta le da un susto de muerte a Uma Thurman, devolviéndola a este mundo después de que ella se haya metido de todo por la pituitaria. Dibuja un círculo rojo en su pecho, se arma de valor, cuenta hasta tres y le atraviesa el esternón como si fuera un psicópata. Pues algo así.

En la siguiente escena, ella le cuenta a él un chiste malísimo sobre tomates, una historia que antes de ponerse ciega de polvo blanco se les quedó pendiente a los dos. Es importante el detalle. Porque si la chica hubiera muerto, él se hubiera quedado para siempre con las ganas de saber si era gracioso o no. Así funciona. O haces las cosas cuando las tienes que hacer, o se quedan...


Pendientes se llaman porque penden, porque son unos colgados. Por mucho que brillen, siempre van a de-pender de un lóbulo que los sostenga y de un agujero donde introducirse para sujetarse, para sentirse seguros y para que el resto del mundo se
pueda fijar en ellos, como si realmente fuera suyo el mérito de complementar.

La cuesta de enero me recuerda a ellos, a los zarcillos, digo, quizá porque el otro día perdí uno que me encantaba


Todo empieza cuando tomamos consciencia de nuestro cuelgue, paradógicamente inclinados hacia arriba y con un montón de cuentas...

...muy pendientes de nosotros mismos.