Latidos

Latidos
Gervasio Sánchez

jueves, 28 de febrero de 2013

retazos duplicados

En las grandes ciudades no es frecuente cruzarte dos veces con alguien en días consecutivos y diferentes lugares, por eso me llamó la atención la chica del jersey blanco crudo y bambas de charol. La vi intentando pasar la noche en un cajero de La Caixa, ahora Caixabank -el mismo perro con distinto collar, que diría uno que yo me sé-.
Estaba sentada en el suelo, recogida en un matojo de amor propio, rodeando sus rodillas con los brazos. Llevaba puesta una sola zapatilla y pensé que, tal vez, tendría llagas en el pie, de tanto caminar.


Era una noche muy fría. La Cruz Roja había activado un dispositivo especial para ayudar a las personas más desprotegidas. El aviso de alerta bombardeaba las televisiones informando de los riesgos y recomendando conductas preventivas. Siempre me ha impresionado cómo sube el índice de audiencia tras los espacios informativos, cuando los hombres y mujeres del tiempo predicen el futuro del cielo. El interés que estos adivinadores de la meteorología suscitan en los individuos del siglo XXI es un tema para reflexionar. Otro día me explayo.

El caso es que aconsejaban extremar precauciones con los calentadores eléctricos y daban pautas de cómo actuar con responsabilidad, por ejemplo, para ahorrar energía. 

Mientras tanto, ella no tenía ni una sola manta que echarse encima para cubrir su total desamparo.
Durante el trayecto hacia casa, contabilicé hasta cuatro cuerpos más; humanos anónimos y estáticos que también pasaban la noche en la calle. Unos se estiraban sobre cartones en los entrantes de algunas tiendas, al resguardo mínimo del aire gélido y del contacto directo con el suelo. Otros dormían encerrados a cal y canto -o eso parecía- en los cajeros automáticos que disponían de cerrojo interior. 

La gran avenida pasaba de ser un enjambre comercial y ruidoso lleno de coches y gentes durante el día, a una desértica postal gótica habitada por sombras que, como la mía, sólo estaban de paso durante la noche, en la cota más baja y oscura del invierno.
Al amanecer, como todos los lunes, me levanté para comprar el billete semanal de ida y vuelta al país de mis sueños. En la ventanilla no había apenas cola, así que dispuse de tiempo suficiente para salir de la estación y echar un último cigarro antes de pasar el control de acceso a las vías e iniciar el ya habitual periodo de abstinencia de nicotina.

Cuando entré nuevamente al recinto, me encontré frente a frente con unos grandes ojos azules, un pelo rubio y áspero cortado a lo chico y un amplio arco iris de lamparones bien acomodados en un jersey blanco crudo que identifiqué por instinto. Inmediatamente después, siguiendo la desconfianza que sólo la mente genera en nosotros cuando las ráfagas de la intuición se dignan a visitarnos, volví la vista a su calzado en busca de una confirmación oficialmente científica. Y claro que las encontré. Sus bambas de charol, de un blanco extrañamente reluciente caminaban tan deprisa como ella.
Me dieron ganas de pararme y de pararla, de explicarle que tan sólo unas horas antes había desechado la tentación de entrometerme en su mundo, de prestarle mi chaqueta de piel de borrego y tal vez de ocupar su lugar en el rincón más despiadado del capitalismo. 
Pero mi tren salía en diez minutos y decidí seguir mis propios pasos sin profundizar demasiado en las casualidades de la vida. 
A las semanas de que todo esto sucediera, me di cuenta de que las manchas de su ropa se montaron conmigo en un vagón preferente y se vinieron a esta otra parte del destino.
Aquí están calentitas. Y no se van.


sábado, 23 de febrero de 2013

mejor dicho si sé

Hay un tipo tocando el violín al fondo del otro vagón. Benedetti se deja llevar por las cuerdas lejanas de nunca jamás. Su mente se permite al fin callarse y el tímido latigazo de su músculo principal empieza a danzar levemente. No conoce la melodía. Ni por asomo. Ni falta que hace. Pero hay algo entre esas notas.., un no sé qué sosegado y precioso que consigue transportarlo con delicadeza al lugar donde habita todo lo que hay después.

Una cría con el pelo rizado y gorro marrón clarito que no alcanza a tapar su melena morena, se levanta del asiento de enfrente y tira del pantalón de su padre, que está de pie, al lado de la puerta, distraído con el dichoso móvil. El individuo la mira de reojo con algo de dulzura y le pregunta qué sucede.

- Hay un hombre que está tocando el violín allí y quiero ir a escucharlo.




 

anda, pon música

"Camino y camino. Pero no levanto el vuelo". Y aún así, no se da por vencida. Escucho esas palabras en la voz de Índia Martínez. Por dios, ¡qué guapa es esa mujer!

Y rápidamente vuelvo a mi Antonio Vega de siempre. A sus escapadas, a sus cuatro estaciones, al lugar de su recreo, a sus 3000 noches con Marga, a su lugar perdido, a sus trabajos forzados. E insisto (como él solía hacer) y digo que no, que no me iré mañana. Ese chico triste y solitario me ha acompañado y me lo ha sabido hacer como nadie. Su magia creativa y ferozmente adictiva aún me pone. Y me pone de pie. Como la de mi eguzkilore, que no se ausentará de este sueño compartido mientras yo siga sintiendo su presencia.

Pero ahora quiero bailar. Y por eso me largo a La Habana. Allí no necesito llevar sujetador, ni siquiera cuando llueve. Voy a hacer que mis caderas se desmayen, me voy a volver loca, como la Sonrisa de Julia, pero de puro "caribismo". Y si el miedo me mira desde la barra fija de su entrañable obsesión, le guiñaré un ojo a su ojo de cristal y lo invitaré a derrocharse conmigo a base de mojitos y curvas peligrosas en medio de la arena de la playa. Me llamarán Calle y me la sudará. Porque para entonces ya sabré que somos luz.








Me conformaré con las siete horas de Bebe para despedirme de la oscuridad. Eso también lo he hecho antes; sobrevivir metiéndole mano a la curiosidad y dándole al bombo infernal de Muchachito. Y si el olor ciego de María me tumba, siempre puedo agarrarme a la rumba de mi Gato, que me humedece las nalgas y me hace sudar de lo lindo antes de devolverme al calendario, al seguiremos de Macaco, al hoy y al santito de la Estefan, al nunca el tiempo es perdido de mi Manolo García. Dos palmitos más de altura y me llevo a ese hombre conmigo a la isla de la salsa y de la kaña, con ka.

viernes, 22 de febrero de 2013

inocencia

Me regaló un eguzkilore para que me protegiera. Y lo hizo. Durante un tiempo, me apartó de la autodestructiva costumbre de no ponerle el abrigo a mi corazón cada vez que lo sacaba de paseo. Entonces también vivía en un lugar frío de cojones.

Ha pasado mucho tiempo desde aquel cumpleaños. Él era buena gente y sólo pudo hacer por mí lo que hubiera hecho cualquiera en su situación. Se enamoró hasta decir basta.

Su flor del sol sigue en mi casa. Una casa con vigas de madera y amplias ventanas desde las que casi puedo tocar la nieve de los tejados que hay enfrente de mi vida. Es tentador.


 
Luego están las margaritas, esas que no me ha regalado nadie.

 

jueves, 21 de febrero de 2013

recortes del futuro. Vida en pareja

Mensaje enviado:
Hola Charly. Me acabo de acordar de que no hay pan en casa y de que, si vas a venir a comer, mejor será que lo compres tú. A mí, ya sabes, desde que les dije que me drogaba, en la panadría me tienen manía. Que no, que te juro que no es por quitarme yo el marrón. Puedo ir a la de la calle Tremendos, allí ni siquiera te miran a la cara, es un lujo vivir en una ciudad que te ofrece tantas posibilidades. El tema es que seguramente, saldré de trabajar más tarde que tú y para cuando yo llegue, tú ya estarás con el café. ¿Qué me dices?



Mensaje recibido:
Te digo que mi nombre no es Charly, que ese sólo lo utilizo para twittear. También te informo de que no voy a ir a comprar el pan porque soy un gato y yo no como pan. Y para acabar, te sugiero que, si no quieres que te eche de mi casa a zarpazo limpio, dejes de utilizar mi ordenador para cualquier otra cosa que no sea buscarte un curro. Te recuerdo que llevas 18 años en paro.
Y ahora, si me lo permites, voy a seguir trabajando. Alguien debe mantener a este país de colgados.

martes, 19 de febrero de 2013

decido


Con dolor o sin él, pero voy a entregarme como si no tuviera miedo a sufrir.

Porque lo demás no es vivir.

Y ya me he aburrido.







lunes, 18 de febrero de 2013

febrero

Febrero se hace largo como un día sin pan para mañana. Y yo debo seguir sonriendo, porque esa y sólo esa es mi obligación para conmigo.

Da igual que no sea perfecta. Y da igual de qué color me tiña el pelo. El canibalismo de los bancos nos arranca las vísceras de cuajo. Nuestros hijos aprenden cómo no sucumbir en la horrible cacería de la desesperanza. Los hoteles de lujo se relamen a la hora del desayuno y los asesinos duermen en sábanas planchadas por contratos basura y horas extra que no piden nada a cambio de su sangre agotada. El mundo no es de todos. Y tú tienes que hablar.



Cogerás una pluma, la mojarás en tinta negra pero sutil, te sentarás enfrente de la miseria humana y les dirás a esos hijos de puta que se vayan preparando para morir. Lo harás como un acto de buena voluntad, porque al fin y al cabo, ellos son como tú; unos auténticos desgraciados, huérfanos del amor que no han podido recibir o que no han sabido dar. Al menos, que sepan que el cuchillo que les ha de degollar la mezquindad, está afilado por manos artesanas y sabias. Que tengan, si acaso, ese tierno consuelo, adoradores como son de las perfectas ejecuciones transaccionales. Les escupirás heces a la cara. Sus mentiras canallas te darán el pretexto para narrar un asalto perfecto a sus consciencias. Y aún así, no te sentirás bien. Porque ellos no cambiarán. En el peor de los casos, te arrastrarán a sus nichos de gloria. En el mejor, te torurarán hasta que renuncies a todo aquello por lo que muchos otros dieron sus vidas en el pasado. Habrás escrito la historia de un final que no acabará bien, pero tal vez tu alma descansará en paz en otro lugar donde el capitalismo sea el nombre de un tubérculo extinguido. Tus amigos gritarán. Saldrán a la calle con el puño en alto y sacarán la ira enterrada de sus carencias. Se entregarán a la lucha sin reparos y moverán los hilos de la revolución que aún nos queda. Se besarán públicamente y bailarán desnudos en los altares del Vaticano, al ritmo del himno de Satán. Y sólo por ello, les lloverán ofertas de Mediaset España. Tus padres llorarán en silencio, echándose la culpa de todas tus desgracias. Pero no lo harán desde sus casas, como antes, sino en las esquinas desahuciadas del dolor irreparable. No cobrarán pensión ni tendrán ningún derecho a hacerse viejos. Sobrarán. Simplemente. Como en el Holocausto, por poner un ejemplo conocido. Todo eso pasará. De hecho, está pasando.

Y febrero se hace largo como un día sin pan para mañana.



silencio

Dijiste que no volverías a husmear en mis demonios. Esto demuestra que no puedes confiar en ti mismo y que nos mentiste a ambos. Seguramente, como lo hacemos todos en algún momento, pero de quien estoy hablando ahora es sólo de ti.

Con intentarlo, no basta. Con decirlo, no basta. Tienes que hacerlo de corazón. Porque cuando no es así, el martillo de tu juez te golpea la conciencia y te advierte  de que algo no anda bien. ¿Para qué has vuelto? - Te pregunta, ahora, su señoría, con su voz de madera tallada. ¿Sabes responder a eso...?


El silencio no engaña. Lo sé por experiencia. Yo no dejo demasiados espacios para que se produzca, quizás porque conozco las respuestas al dedillo.


Te lo he ofrecido a ti para que con él hagas lo que libremente decidas. Por ejemplo, todo lo que no te permites hacer conmigo. Por ejemplo, olvidarme. Por ejemplo, simplemente, dejar que el tiempo transcurra. Por ejemplo, cambiar.


Te diré qué hago yo con el tuyo.


Yo te escribo.

Escribo tu nombre, lo repito en voz alta varias veces con un poco de vergüenza, lo interiorizo y me subo con él al metro que me lleva al trabajo. Y no lo dejo tirado en cualquier estación. Me lo meto donde puedo y sigue conmigo el resto del día. Habla con la gente, se mira al espejo en repetidas ocasiones y se sienta a la mesa, como uno más. Le encanta comer mucho, igual que a mí...  Luego, cuando llega la noche, se transforma en actos impuros y en sueños de adolescente. Y si al fin me duermo, él lo hace a mi lado. Por las mañanas, se despierta antes que yo, enreda su deseo a mis legañas y me despereza lentamente, convertido en el abrazo de mi vida. Después de hacer el amor, me levanto y preparo una taza de café. Ya ves, ni siquiera sé si él toma.


Tengo miedo de que mis fantasías me dejen aún más sola y de que mi juez me escupa a la cara que todo es mentira, que tú sólo estás aquí de pasada y que en realidad ya te has ido con ella, la única verdad por la que sí estás dispuesto a luchar.


Por eso detesto este silencio que te he dado. Porque todo en él, absolutamente todo, me habla de ti.


Y ahora, recoge tu ego, que es a por lo que has venido, emborráchate con él en tu burbuja de cristal durante un rato y para terminar bien, tómate alguna pastilla que te ayude a superar la resaca de mis cortes. Ya sabes, se pasará.


Pero sobre todo, no le cuentes nada de esto a tu terapeuta. No vaya a ser que te diga todo lo que tú ya sabes. Entre otras muchas cosas, que yo no soy tu tipo y que en realidad no estás enamorado de mí.

viernes, 8 de febrero de 2013

Oración

Tus arrugas son tallas únicas en la dura piel de tu memoria. Y yo, que las recorro palmo a palmo en el silencio, me lleno de la vida que me enseñan en el mapa sagrado de lo amado.
 


sábado, 2 de febrero de 2013

okupación renacentista

Yo ya no soy yo, soy esa otra
que no sabe de mí apenas nada.
No entiende de las lunas hechas carne
ni de botas de piel desabrochada.


Quiere que la acaricie sin preguntas
que la acepte sin más, aquí en mi cama
y no acierta de mí ni tan siquiera
la talla de los sueños de mi almohada.


Es una diosa neutra y silenciosa
que ha venido a vestirme de mañana
sin abrir el ropero de la historia
que ha tejido los hilos de mis ganas.


Viene a ocupar su sitio de repente
a suplantar los huecos que me arrastran
a hacer de mí un témpano de hielo
congelando el amor que me amamanta.





No sabe ni quién soy ni quién he sido.




Y no le importa nada.