Ser felices, saber quiénes somos, salvar al mundo, querernos a nosotr@s mism@s (querernos bien), buscar la verdad, comer sano, no identificarnos (o sí, pero con consciencia), recuperar nuestra conexión con la naturaleza y con la vida, escucharnos, cuidarnos, ayudarnos, despertar-nos, dejar de luchar para sólo ser, hacer, dejar de hacer, parar, seguir en pie, hacia adelante, disfrutar del momento, honrar a los ancestros (y a las ancestras), dignificar la vida, plantar una huerta, creer y crear, hablar con impecabilidad, cantar, bailar, escribir, soñar, dormir, reir-nos, llorar-nos, caminar bajo las estrellas, dibujar, saber todo lo que no somos, dejar pasar los pensamientos, confiar, no proyectar, sanar, callar, respirar... Sobrevivir y llegar a fin de mes.
Es una
simple muestra de eso que algunos llaman “vivir la experiencia”.
Otros “pasan” o hacen como la chica que, en su agenda, había planeado
recoger la ropa de la lavandería y justo después, sucidarse.
Me
pregunto si algo de todo eso, o cualquier otra cosa, tiene realmente
sentido. Ya... La pregunta no es nada original. De hecho, supongo que
es la misma que se hacían en el Neardental. O tal vez no. Quizás,
entonces no pensaran, o no pensaran así, o no pensaran tanto. Puede
que se limitaran a “ser”, como los pájaros o las mariposas. Como
las plantas. Como las piedras. Como las nubes... Aunque, ¿cómo
saber qué les pasa por dentro a las mariposas? ¿Existen las nubes? ...
Yo ya
no sé nada (o eso creo). Y digo “ya” porque en algún momento creí saber
algo. Me recuerdo diciéndome con mucha convicción, delante del
espejo y ante diferente público que “todo es mentira”.
Las palabras son solo palabras, símbolos que representan
cosas, conceptos, ideas... tan pobres, tan limitadas... No sirven
para definir la nada, el vacío, el amor, la muerte, el misterio, la
vida, la verdad, el infinito, la eternidad... No valen para
comprender. Muchas veces, ni siquiera nos ayudan a entendernos l@s
uno@s a l@s
otro@s...
“La
ciencia es una estrategia, es una forma de atar la verdad” (que
decía Aute). ¿Es esta una mátrix? ¿Quién hay detrás? Y detrás
de lo que sea que haya detrás, ¿que hay? ¿Y detrás de ello?
¿Quién observa al observador? ¿Hay algo o alguien ahí?
¿A
qué agarrarse, -me pregunto, me pregunto, me pregunto...- para
asumir la responsabilidad de una vida que no entiendo
(y-no-voy-a-entender-en-la-vida)? ¿Cómo morir si no he aprendido
siquiera a vivir? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Qué?
¿Quién? ¿Con quién?... Busco. Pienso. Siento. Tengo
consciencia (o eso creo). Creo. Hago. No hago... Luego, ¿existo...?
El
amor sí. Es lo único que tiene sentido. ¿En serio? ¿Para quién?
Me
inclino por el sexo. Tampoco es garantía de nada pero cuando me
excito, por lo menos, el deseo me devuelve las ganas de intentar
hacer algo en común con alguien. Luego se me pasa. O, en ocasiones, me arrepiento.
Pero hay una persona con la que no me importa arrepentirme siempre. O
sí me importa. Aunque, que me importe o que no, no es en absoluto importante. ¿Quiero que lo sea? ¿Es ese el libre albedrío del que se habla tanto?
Ahora
mismo, como estoy en mi transitar hacia la espiritualidad, el
desapego me exige soltar toda creencia. Y toda es toda. Incluida la
creencia de que “soltar cualquier creencia” me va a acercar a
algo parecido a... ¿a qué? ¿a la libertad?
¿Es
la existencia una colección de intentos?
“Lo
importante no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos
pasa”. ¿De verdad que eso es importante? ¿Para quién?
¿Sabe
alguien algo?
¿Hay
algún “y sin embargo, te quiero” “un compartir tras otro", "una
soledad tras otra", que valga la alegría de no saber una mierda?
Pues
nada. A seguir fornicando para salvaguardar esta especie de... ¿qué?