La
casa no es muy grande pero caben tus nervios y la izquierda primavera que huele
a fruta fresca y a pizarra. No
miento si te digo que conozco tus huecos y rarezas.
Hazme
el favor… Invítame a un te quiero.
Te
dejaré gritar en plena calle y abrazarme cuando abran los cajeros del miedo a
envejecer. A cambio pido un gesto por tu parte, una señal de ceda en tus vaqueros, una mancha de tiza en mi barbilla, una inicial que acabe con las
sobras.
No
duermo si mi almohada te consulta. Deberías oírla… Se
levanta sonámbula y recorre
el pasillo alargado de mis sueños buscando tu cabeza. No quiere saber nada de razones, sólo aspira a ofrendarte su ternura. Y yo, que ando despierta, pendiente de sus plumas disidentes cansadas de esta guerra, la cojo de tu ausencia y la devuelvo, una noche tras otra, a la esperanza: “Tal vez mañana ensucie nuestras sábanas”, le digo mientras fumo demasiado.
el pasillo alargado de mis sueños buscando tu cabeza. No quiere saber nada de razones, sólo aspira a ofrendarte su ternura. Y yo, que ando despierta, pendiente de sus plumas disidentes cansadas de esta guerra, la cojo de tu ausencia y la devuelvo, una noche tras otra, a la esperanza: “Tal vez mañana ensucie nuestras sábanas”, le digo mientras fumo demasiado.
No
quiero hacerme polvo con tu risa, ni enfermar delirando ante mis múltiples
desayunos contigo. La verdad, más que doler, se instala en cada arritmia del
presente imperfecto. Y yo la amo porque tiene defectos.
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