Una
sabe cuándo ha llegado la hora del silencio, de recoger sus cosas, hacer una
mochila ligera de recuerdos y seguir el camino que está fuera, alejado de todo
lo que pudo haber sido.
Una lo
sabe. Lo ha sabido desde el primer momento. Pero cuesta arrancar la cáscara del modo verbal condicional.
Cuando eso te sucede, hay que emprender el viaje sin mucha más demora. Porque si no lo haces, empieza a doler mucho el aire que respiras. Y después del dolor, el cuerpo se comprime y te vuelves pequeña como una triste pulga. Una pulguita herida, vagabunda y sin fuerzas.
Voy a
dejar mi manto protector en tu vientre, para que mi olor te haga olvidar todo el daño.
Y
cuando me haya ido, serás libre y completo.
Libre para quererte.
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