Latidos

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Gervasio Sánchez

sábado, 18 de agosto de 2018

espejito, espejito


Después de un tiempo sin poder decidir si me voy o si me quedo, he optado por dejarme caer. Tengo hambre de parálisis cerebral, ganas de mí (“sintigo”) y de ti (“sinmigo”). Es porque me engancho a gilipolleces de Emma Bovary. Por eso estoy en que la solución es meterme una señal de Stop intravenosa y mearme de la risa. Porque, de nuevo, las cosas son como son y punto.

No sé si te quiero sin querer o esto mío es una especie de manía hereditaria y barata que llevo a cuestas como un virus que se manifiesta cuando el conflicto ya ha dejado de existir, solo para recordarme que no es necesario dejarme invadir por elementos extraños y que, mi excesiva generosidad y mi ridícula costumbre de complacer, sin placer es, a esta edad, una reacción obsoleta, además de hipócrita.

Como dice Leiva, “solo te deseo que tu mierda cobre vida y te de un beso...” Y que lo haga a través de los poros de tu piel, con el objetivo de que la materia muerta de la que también estamos hechos resucite y puedas, finalmente, seguir tu viaje sin ningún complejo.

Mi versión de los hechos es que no eres lo que vendes. 

Aunque seguramente esté proyectando.