cobre
Voy vestida de blanco, caminando por
una duna tostada al atardecer. El sol se me disuelve en mil tonos de
cobre, son aleaciones que me hacen tanta falta como mis otras partes,
esas que todavía no he puesto a remojo y que están en algún cajón
de la casa. Quién sabe...
Mis manos apuñalan rabiosas un teclado
hambriento de algo hermoso, ese matiz suave que hay en mi cabello
recién decolorado, pero que no sabe aún cómo brillar. Me quiebro.
Mil veces y tres veces mil. Me quiebro. Cien veces y ocho veces cien
al cubo, más tu risa. Tu risa se ríe de mí. Y yo me quiebro. Es
solo el ahora. Ya sé que es pasajero y que quien ríe el último,
ríe mejor.
Lo ideal sería que lo hiciéramos
juntos.