Latidos

Latidos
Gervasio Sánchez

miércoles, 3 de abril de 2013

y ahora, unos minutos para la publi...


Por el amor de dios, ¿dónde hay un cenicero? Tengo esa misma sensación continuamente. Busco algo que me ayude a no manchar lo que no es mío, mientras el tiempo pasa y el cigarro se consume.
...
Siempre he aborrecido la publicidad. Por muy creativa que sea, tiene un fondo mercantilista y cutre. Me parece abominable vender la imaginación de quienes pudieran ser realmente geniales si pusieran su potencial al servicio de un intento altruista para mejorar un sistema tan complejo como la vida. Pero no. El fin único de la Reina de Oros es vender. Sea un buen producto o una idea extraordinaria, si se vende, se vende. Y si se vende, es para que alguien la acabe comprando con dinero. Otra vez la trampa.

Últimamente, vaya donde vaya, veo en todas partes el mismo anuncio. Se trata de un servicio completo de almacenamiento. Te alquilan los metros cuadrados que necesitas y te proporcionan desde el plástico de burbujitas, hasta el camión de la mudanza. No sé... Es como si al haber entrado los desahucios en el terreno de juego, los desposeídos de su hogar no tuvieran con qué pagar la hipoteca, pero sí con qué alquilar un lugar de diseño para dejar sus pertenencias por algún tiempo, mientras cambia la ley o mejor aún, mientras se va todo a la mierda.
Me pongo de los nervios cada vez que el dichoso eslogan aparece ante mis ojos, con ese predominio del azul, el color del cielo (para que no nos queden dudas de que la capacidad de acumulación de residuos es grande, muy grande, tan grande como el firmamento).

...

Iba perdida por la calle, dejándome guiar por el instinto para llegar a mi destino, cuando de pronto la he visto. Era ella, ¡la mismísima madre del cordero del anuncio! La he reconocido por los rótulos, al instante. Se trataba de la nave cuya misión es, por lo que prometen, dar cabida a todo eso que arrastramos, que no sabemos dónde meter, que no encuentra su lugar... He estado por entrar y pedir unas llaves para enterrarme yo misma dentro de uno de sus compartimentos y no volver a salir de allí jamás. Sería el último rincón donde la policía me buscaría en caso de que alguien denunciara mi desaparición.
Bueno, luego se me han ocurrido otras posibilidades menos melodramáticas y me he puesto a visualizar las primeras escenas de una película cuyo protagonista era Ricardo Darín. La cosa era más o menos así:

“Él rellenando un montón de impresos y firmándolos. Un empleado dándole las llaves. Él saliendo del local. Él entrando en su casa. Él sirviéndose un trago y sentándose en su escritorio. Él sacando del cajón unos folios en blanco y cogiendo la pluma. El escribiendo un enorme listado que empezaría de este modo:
- Todos los recuerdos tristes
- La falta de autoestima, de amor y de sexo (el otro día me enteré de que es la causa de muchos trastornos como la ansiedad, las depresiones o las adicciones).
- El miedo: a la vida, al dolor propio y ajeno, a la enfermedad, al fracaso, a los demás, a la muerte... Y así hasta el infinito.
- La rigidez.
- El cansancio
- Los pensamientos destructivos y autodestructivos
- La culpa, la ira, la tristeza, la soledad, el dolor, la angustia, el vacío, la nostalgia, el orgullo, la avaricia, la mentira, la desesperanza… Y así hasta el infinito.
- La guerra
- El 30% menos 21 gramos.
(....)

Él doblando los folios y metiéndolos en un sobre. Él saliendo de casa y volviendo a "El Baúl de la Piquer". Él buscando el número de la puerta que coincide con el del llavero que antes le ha entregado el empleado. Él abriendo la puerta de color azul. Él entrando con el sobre en la mano. Él encendiendo la luz de la cabina (es enorme). Él dejando el sobre en mitad del habitáculo (que está, se sobreentiende, absolutamente vacío). Él apagando la luz. Él saliendo del compartimento sin el sobre. Él cerrando con llave. Él abandonando la nave.
Y de las primeras escenas, pasamos a la última:

Se ven montones de periódicos con la misma noticia de portada: 'Una gran explosión destruye El Baúl de la Piquer'.

Él leyendo uno de los diarios en una cafetería: 'La principal nave que la conocida empresa de almacenaje tiene en las afueras de Barcelona ha sido totalmente arrasada por una explosión que se ha producido a plena luz del día. Por suerte, no ha habido que lamentar víctimas ni daños personales. Aunque se desconocen los motivos, la policía sigue investigando una acción que, según las primeras informaciones, podría haber sido provocada por más de una persona.'

Él cerrando el periódico. Él emitiendo un suspiro profundo. Él sonriendo. Fundido a negro. Créditos.”



Al final, he abierto el armario de la cocina y he sacado un trozo de papel de aluminio con el que he fabricado un mini recipiente bastante mono para almacenar, valga la redundancia, cenizas urgentes. La hendidura lateral le da un toque de credibilidad...

Si yo fuera Ricardo Darín, ya no me tendría que preocupar de hacer estas chorradas, porque el fuego habría acabado con todas mis adicciones, incluida la de enamorarme de personas inadecuadas con el único objetivo de utilizarlas como excusa para sufrir y fumar más de la cuenta, que es lo que da sentido al 30% menos 21 gramos de mi ser.
El 70 por ciento restante es agua. Lo mínimo imprescindible para sobrevivir dignamente sin cortes publicitarios que me obliguen a ser feliz por cojones y a golpe de talonario. Conmigo lo llevan claro.

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