Latidos

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Gervasio Sánchez

sábado, 23 de febrero de 2013

anda, pon música

"Camino y camino. Pero no levanto el vuelo". Y aún así, no se da por vencida. Escucho esas palabras en la voz de Índia Martínez. Por dios, ¡qué guapa es esa mujer!

Y rápidamente vuelvo a mi Antonio Vega de siempre. A sus escapadas, a sus cuatro estaciones, al lugar de su recreo, a sus 3000 noches con Marga, a su lugar perdido, a sus trabajos forzados. E insisto (como él solía hacer) y digo que no, que no me iré mañana. Ese chico triste y solitario me ha acompañado y me lo ha sabido hacer como nadie. Su magia creativa y ferozmente adictiva aún me pone. Y me pone de pie. Como la de mi eguzkilore, que no se ausentará de este sueño compartido mientras yo siga sintiendo su presencia.

Pero ahora quiero bailar. Y por eso me largo a La Habana. Allí no necesito llevar sujetador, ni siquiera cuando llueve. Voy a hacer que mis caderas se desmayen, me voy a volver loca, como la Sonrisa de Julia, pero de puro "caribismo". Y si el miedo me mira desde la barra fija de su entrañable obsesión, le guiñaré un ojo a su ojo de cristal y lo invitaré a derrocharse conmigo a base de mojitos y curvas peligrosas en medio de la arena de la playa. Me llamarán Calle y me la sudará. Porque para entonces ya sabré que somos luz.








Me conformaré con las siete horas de Bebe para despedirme de la oscuridad. Eso también lo he hecho antes; sobrevivir metiéndole mano a la curiosidad y dándole al bombo infernal de Muchachito. Y si el olor ciego de María me tumba, siempre puedo agarrarme a la rumba de mi Gato, que me humedece las nalgas y me hace sudar de lo lindo antes de devolverme al calendario, al seguiremos de Macaco, al hoy y al santito de la Estefan, al nunca el tiempo es perdido de mi Manolo García. Dos palmitos más de altura y me llevo a ese hombre conmigo a la isla de la salsa y de la kaña, con ka.

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