Latidos

Latidos
Gervasio Sánchez

lunes, 18 de febrero de 2013

febrero

Febrero se hace largo como un día sin pan para mañana. Y yo debo seguir sonriendo, porque esa y sólo esa es mi obligación para conmigo.

Da igual que no sea perfecta. Y da igual de qué color me tiña el pelo. El canibalismo de los bancos nos arranca las vísceras de cuajo. Nuestros hijos aprenden cómo no sucumbir en la horrible cacería de la desesperanza. Los hoteles de lujo se relamen a la hora del desayuno y los asesinos duermen en sábanas planchadas por contratos basura y horas extra que no piden nada a cambio de su sangre agotada. El mundo no es de todos. Y tú tienes que hablar.



Cogerás una pluma, la mojarás en tinta negra pero sutil, te sentarás enfrente de la miseria humana y les dirás a esos hijos de puta que se vayan preparando para morir. Lo harás como un acto de buena voluntad, porque al fin y al cabo, ellos son como tú; unos auténticos desgraciados, huérfanos del amor que no han podido recibir o que no han sabido dar. Al menos, que sepan que el cuchillo que les ha de degollar la mezquindad, está afilado por manos artesanas y sabias. Que tengan, si acaso, ese tierno consuelo, adoradores como son de las perfectas ejecuciones transaccionales. Les escupirás heces a la cara. Sus mentiras canallas te darán el pretexto para narrar un asalto perfecto a sus consciencias. Y aún así, no te sentirás bien. Porque ellos no cambiarán. En el peor de los casos, te arrastrarán a sus nichos de gloria. En el mejor, te torurarán hasta que renuncies a todo aquello por lo que muchos otros dieron sus vidas en el pasado. Habrás escrito la historia de un final que no acabará bien, pero tal vez tu alma descansará en paz en otro lugar donde el capitalismo sea el nombre de un tubérculo extinguido. Tus amigos gritarán. Saldrán a la calle con el puño en alto y sacarán la ira enterrada de sus carencias. Se entregarán a la lucha sin reparos y moverán los hilos de la revolución que aún nos queda. Se besarán públicamente y bailarán desnudos en los altares del Vaticano, al ritmo del himno de Satán. Y sólo por ello, les lloverán ofertas de Mediaset España. Tus padres llorarán en silencio, echándose la culpa de todas tus desgracias. Pero no lo harán desde sus casas, como antes, sino en las esquinas desahuciadas del dolor irreparable. No cobrarán pensión ni tendrán ningún derecho a hacerse viejos. Sobrarán. Simplemente. Como en el Holocausto, por poner un ejemplo conocido. Todo eso pasará. De hecho, está pasando.

Y febrero se hace largo como un día sin pan para mañana.



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